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domingo, 1 de noviembre de 2009

A espaldas del Hombre




Miseria del espíritu/
La peor de las miserias.
Suele descubrir al Hombre
    merodeando el palacio desnudo
        de lo absurdo.

El se hamaca/    visceral/
   desde el cuenco oscuro del silencio
      al estrépito vacío del descaro.
Construye mundos cimentando soledades.

Asiste inmutable a un concierto de fechorías
   de prolija afinación.
Mientras tanto...
   hilvanes    sólo hilvanes
      la confección de su justicia.
Por allí    ¡Inimputable!
una estirpe de bestias innominadas
   pasean su arrogancia bajo la luz.

Es posible sin embargo un nuevo corazón...
   ¡Y no este!...
      donde ha estallado del espíritu
         su derrotada munición de límpidos cristales.
¡Errantes los pájaros del sueño volaron al olvido!
Entonces/
   en su ingenuidad el Hombre se descubre
      un niño vestido de pelambre.

¡Desamparado, despierta!...

Silencio.

¡Sólo algunos parecieran tener
   raciocinio y conciencia del todo!
Pocos    el rayo cósmico de la imaginación...
   atleta que sortea los senderos sin destinos.

Algunos comprenden que el amor
   su placer    su dicha
      construye el tiempo sin edad de la vida/
que el dolor de su ausencia hiere al infinito/
que la centella inasible como el viento
   se aplaca en la sangre de la ternura.

¡Miseria del espíritu
   la peor de las miserias!
A espaldas aún/
   de la mirada inquieta y pueril del Hombre.

Autor: Juan C. L. Rojas




domingo, 6 de diciembre de 2009

Ya no cantan

Salvajemente 
    ametralla el sol
        la plaza de las miserias/
    donde el ego mancomunado
        evapora los desperdicios
    último puerto
        de la indigencia desesperada.

Una vez más despierta
    bajo la punta aguda del dolor
esta historia
    vapuleada de ironías existenciales.
Carros con motores de alambres/
Alambres que atan el alma/
Carros que arrastran la carga vacía del pan.

La idea genial del gobernante
    es quemar las migajas
        para tapar la vergüenza/
    la vergüenza por el hambre decretado.

Ya no cantan/
Los jilgueros lloran/
    a las raíces cementadas de la flor.

Las agujas del reloj apuñalan/
Apuran la sangre
    las heridas de la discordia.
Los estético de la estética
    /son ciegos/
no ven la chorrera mugrienta de sus corazones.

Y lloran los jilgueros/
Ya no cantan
    en la calle de las miserias. 

Autor: Juan C. L. Rojas






 

viernes, 18 de diciembre de 2009

Ya no cantan

Salvajemente/
ametralla el sol
    la plaza de las miserias
donde el ego mancomunado
    evapora los desperdicios/
último puerto
    de la indigencia desesperada.

Una vez más     despierta
    bajo la punta aguda del dolor
esta historia vapuleada de ironías existenciales.
Carros con motores de alambres/
Alambres que atan el alma/
Carros que arrastran la carga vacía del pán.

La idea genial del gobernante
    es quemar las migajas para tapar la vergüenza/
la vergüenza por el hambre decretado.

Ya no cantan/
los jilgueros lloran/
    a las raíces cementadas de la flor.

Las agujas del reloj apuñalan/
Apuran la sangre las heridas de la discordia.
Los ético de la estética
    /son ciegos/
no ven la chorrera mugrienta de sus corazones.

Y lloran los jilgueros/
ya no cantan
en las calles de las miserias.    

Autor: Juan C. L. Rojas     





domingo, 21 de marzo de 2010

Vergüenza

Cumplida en fecha y hora
    la rutina rumiante de lo urbano
golpea de repente a nuestros ojos
     /las sombras/


Cuando el té de la tarde
    ha desaparecido en el fondo
        de la fina porcelana...
Cuando sueña la conciencia
    nada más
        que un tranquilo divagar
se adentran    inevitables    en nuestros pechos
     /las sombras/
Las sombras de las miserias cayendo con el sol.


Un ejército de comandantes diminutos
    avanzan/
        entre cacharros y humedades.
Con olfatos cauterizados
    avanzan/
Con manos llagadas 
    y murallas
        tras la ausencia de los sueños.
Manos que prueban a diario la moneda del hoy.
El hoy sin mañana
    el futuro cayendo de su suerte.


Sus ojos oscuros atraviesan los cristales.
Allí    donde suspendo mi café 
    y salta mi vergüenza.
Se abalanzan con ungüentos
    de barros y desidias...
De avaricias tiemblan las corbatas...
    Sus colores despectivos
        se empapan de sudores temerosos.


Cosen sus senos/
    sus bolsillos/
        sus ojos.
Más tarde
    yo también
valentón camino entre ellos/
entre los despojos de residuos abarrotados.


Me asaltan temores e impotencias...
Cargo en mi maletín
    el altruismo demacrado y avaro del mundo/
También llevo mi vergüenza
    y la incertidumbre de que alguna vez
        pudieran sumar los poderosos.


Autor: Juan C. L. Rojas







domingo, 29 de noviembre de 2009

Torrentes

Se gesta lo oscuro
    cuando es la necedad la que se sienta
        en las butacas del congreso/
cuando    sin dar las reglas exigen el juego.

Suelen venir con atuendo sutil/
    las letras pomposas de la ley/
paliando con engaños
    la supervivencia del necesitado.

De esta matriz surge
    la infancia que desvive en las calles.
La niñez ingenua de bondades rotas
    bajo el mezquino sol de la injusticia.
En la visión borrosa del horizonte cuelgan/
    delineados ante sus rostros
        los mendrugos    los andrajos.

Torrente oscuro de miserias amontonadas/
Esparcidas en el rebusque...
    ¡Y qué lejos nuestros ojos!...

Torrente que satura el vicio
    en la costumbre de la tristeza.
Torrente de lágrimas quietas
    calladas en los cuencos duros.
¿Cuántas veces    entre sábanas perforadas
    apareció el juego de las manos frías?

Ahí arriba    también
    irónico flamea lo celeste.
Arriba/
    suenan las campanas del champán.
Y más arriba    en el camino    retumbará/
    la pesadilla violenta de estos sueños/
        y tal vez
            ya no haya más qué perder...
                 ¡O acaso sí!...
            La ceguera de los corruptos.

Es triste el piquete abierto
    en el alma de la desesperación.
¡Indigna la verguenza ociosa de la desidia!
A veces
    (así como la piedra)
         se ruboriza el poder/
Y le urge entonces mantener el orden.
Tapar "iniquidades" bajo alfombras represivas.

¡Aterroriza    amigos míos
    pasar por el recuerdo y el recuento de la historia!
Por eso levanto un puñal misericordiosos
    para punzar la vista engordada de lo injusto/
        la opulencia de la avaricia.
¡Pudiese acaso algún día
    despertar su sangre apática!
¡Sacudir este orbe oscuro
    que no quiere ver
las corrientes "silenciosas" del dolor!

Autor: Juan C. L. Rojas





domingo, 27 de junio de 2010

Horóscopo

Efigie impertinente que amedrenta la luz.
Necios fetiches.
    sembrados en el erial de los tiempos oscuros.


Oro  simbólico de la mudez enclavada en los siglos.
Sonoro bardo de lo altivo y desfalleciente.
Sordera infinita de la soberbia humana.


Bajo lo azul se agazapó el desierto
    soslayando inmutable a la aurora.


Arenal mirada/ 
Brillo hiriente de adusto entrecejo
    cortando el canto obsesionado de los sueños.


Escolta de pirámides esbeltas/
Señal desesperada de la esperanza/
Voz cansada y sedienta/


¡Cientos de guerreros caen
    bajo las nubes rasgadas por el espanto!


Perfuma el aire las miserias consentidas.
El Hombre cree buscar la verdad
    y se rinde bajo su propio y oculto temor.
Los ojos de dioses oscuros fertilizan las semillas del odio.
De cada andar emerge cierta veracidad del horóscopo.
¡Lo que has sembrado eso es lo que segarás!


Intento reparar la lejanía de mis puertos
    mas los cielos se licuan en el asombro cotidiano.
Y oprimen las preguntas...
Se pierden desde antaño
    en las sombras propias
        de turbios anocheceres.


Autor: Juan C. L. Rojas






  

domingo, 9 de mayo de 2010

Doncellas enlutadas

Crece la reverberación opaca de este canto mío
   /ya oscuro/
que pretende disparar
   /su negra luz/
a ese subterráneo pensamiento que se cree espiritual/
A ese    testamento enmarañado
   que se enreda desde las uñas de los pies.

Arrojo al viento
   el amianto pulverizado de mis versos
que ya no aísla 
   esta jornada interminable de miserias.

Son poderosas lagartijas del desierto
   ¿verdad?
estas que escupen las palabras de credos ancestrales.
Estas que adensan
   el pantano fundamentalista.
Estas que ignoran asideros naturales.
Estas que imponen
   la condena  de piel sin sol...
   /in aeternum/
      velo de doncellas enlutadas.

Mas/ 
que no cante occidente que se cree liberado
   mientras arma su corbata/
que etiqueta la falacia de su propio embuste.

¿Cómo frenar este despojo insaciable
   /que arrasa/
      en nombre de teofilias irreverentes/
         que sólo ensalzan
             a dioses oscuros de la muerte?

¿Será que sólo la sangre y el dolor
   refresca la endeble memoria del hombre?

En el orillero confín del horizonte
   donde se yergue bendita la aurora
      ¿meditarán algún día estos dioses
         sentimientos de vergüenza
            al ver por fin
               su propia obra alumbrada?

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 2 de septiembre de 2010

El frío de las calles


No sé si te percataste
    de las penas que pululan
        en los rincones de las calles.

No sé si sentiste alguna vez/
    la ingrata emoción de los silencios...
        de las voces sordas...
            y el perfil violento y ciego
    de indiferencias y desidias.

Insisto/
    por si acaso sea tu sordera también
        una muralla de adoquines.

¡Cuántas monedas    ruedan
    en naderías despilfarradas
cruel vertiente a las miradas que espolean
    el hambre enloquecido!

Y mientras gira esta ruleta
insensible metal
    que no siente el lamido del despojo
hay tristezas...
tristezas que pierden puerilidad en los andenes/
seres que adelantan el tiempo del dolor
    en las miserias heredadas.

¡Cuántos decretos rubricados y ninguno asomó/
    para fundar la alcancía lejana a los corruptos!

No sé si mediste alguna vez
    esa hermosa sensación
de dormir tus días sobre flejes duros y oxidados...
Oye    no te hablo de tarimas y teatros/
te hablo de la vida pasando por los huesos.

¿Se enfundó tu niñez acaso
    en los harapos de colchas perforadas?
¿Sintieron tus manos de niño duro
    la ondulada y oscura pared de cartón
        que apenas corta el calor de las estrellas?

¿Se empolvaron tus pies
    al bajar sobre la escarcha
        en el frío amanecer?

...¡Ah    las manos maternas
    de calor frotado sobre la frente tempranera
        luchando las discordias
            del pan de cada día!

¡Mira!   
¡Alguien se encorva allí    a tu lado!
No te olvides de tu hermano...

Mientras caen papeles accionarios
    y tiembla la avaricia
tal vez estés aún
    envuelto en gamuza y algodones
pero también    la vida es hoy
    para los que están
        en el frío de las calles.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas









AMIGOS, GRACIAS POR VUESTRA PARTICIPACIÓN.